Hace unos cuantos años me preguntaron
en un examen que qué era el amor. No tenía ni 11
años y para mi el amor no significaba demasiadas cosas aunque creía
saberlo todo. ¿Qué era el amor? Era una pregunta tan fácil de
responder que mis palabras fluían con facilidad y sin freno sobre el
papel, hablaba de lo fantástico que era sentirse querido por
alguien: los abuelos, mis amigos o ver a papá y mamá cuando se
besaban... Lo definía como la mayor fortuna que te podía ocurrir
nunca y donde se podía respirar la verdadera felicidad. Podía
definirlo como si hubiera vivido cada uno de sus detalles sin
faltarme ninguno. Era una pregunta tan fácil... ¿quién no la
podría responder?
En días como hoy, supongo
que me repiten ese examen y no podría responder nunca al completo
esa pregunta. Porque, ¿qué es el amor sino algo que siempre nos
sorprende? Creemos conocerlo tan bien, pero en realidad no sabemos
nada sobre él.
Desde que sentimos ese
hormigueo en el estómago por primera vez, es cuando hemos caído en
la enfermedad, en la peor de las drogas que nos contamina poco a poco
sin apenas darnos cuenta. Todo alrededor se paraliza cuando aparece
esa persona que descontrola tus mariposas y hace un nudo tus
pensamientos. Olvidas el valor del tiempo, el peso de las cosas,
incluso te olvidas de la gravedad y te dejas llevar, siempre te dejas
llevar sin que nada importe. Esa persona se vuelve tu ombligo, tu
aire, tus motivos, tus pensamientos y tú... tú no eres más que un
pez que no es nada sin su agua, pues sin ella moriría. Porque
incluso, regalarías tu aire, tus ganas de vivir si hicieran falta y
realmente, tampoco te importaría.
Pero en lo que me confundí
en aquel examen fue al decir que el amor era todo felicidad, porque
tan pronto como estás danzando en una nube que vuela al infinito, la
tormenta cae y consigo tú, directos al suelo firme. Los problemas
resultan más problemáticos, mucho más pesados e imposibles de
rehuir, pues siempre hay algo que te mantiene allí afrontándolos,
que bien puedes creer que son remordimientos, empatía o lo que sea,
pero en realidad eso son más que derivaciones del amor. Y cuando
llega el fin, el fin de ese cuento de hadas, ni siquiera puedes
creértelo; el tiempo se paralizó tantas veces que de repente todo
resulta efímero e imposible. Mientras que habías vivido
inconsciente una historia que parecía sin fin, el dolor te recuerda
que eres un enamorado que ha caído en la trampa mortal del amor, esa
que hace que desaparezca la realidad y que aún siendo torturado por
el despecho te hace seguir amando sin razón aparente. Has estado
viviendo tanto tiempo en una nube que se te olvida lo que es tener
los pies sobre la tierra y no lo soportas, no soportas la aplastante
gravedad por lo que te ahogas entre lágrimas, música, locuras y
buscas otras drogas que puedan sustituir el efecto de la anterior.
Sin quererlo te ves luchando junto a una farsa, siendo afectado por
el efecto placebo, pero te importa tan poco. Aunque no lo creas, te
vuelves a pasar la vida buscando otros ojos, otra historia, otro
motivo, otra tentación, otra droga que sepa mantenerte bien a flote,
porque odias ser normal, te gusta ser especial y tocar las nubes y el
cielo con tanta facilidad como te hacía sentir aquella persona.
El amor, el amor...es
complicado, es una historia que no sabes cuando puede empezar ni
acabar, es un laberinto, es el hambre antes de una buena comida, es
una guerra, es una puta que te hace rozar el cielo pero luego te
cobra las consecuencias, es una lección, un mundo distinto para cada
uno, y alomejor puede ser lo peor en algún momento, pero seguro que
es lo mejor que puede pasarte en la vida.
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